miércoles, 2 de mayo de 2012


Artículo sobre la disciplina: ¨La disciplina como sinónimo de perfeccionamiento  y orden¨

   El número de víctimas mortales entre la juventud como consecuencia de accidentes en la carretera, provocados en muchos casos por conductas irresponsables, ha llevado a algunos medios informativos al planteamiento de si ha llegado el momento de recuperar y aplicar con más fuerza la disciplina en la educación.
   No debería ser la muerte violenta de muchos jóvenes el único factor desencadenante de dicha proposición. Existen otros aspectos del comportamiento individual y colectivo que invitan a una seria reflexión sobre la necesidad de frenar el exceso de permisividad tolerada por quienes tienen obligaciones educativas irrenunciables o se han comprometido políticamente con el deber de velar por el bienestar de todos los ciudadanos.
   No es mi intención entrar en discusión de si existe, o no, actualmente un estado general de indisciplina o si sería necesario restablecer la indisciplina o si sería necesario restablecer la disciplina perdida en las distintas etapas y ámbitos educativos: infancia, juventud, familia, escuela y sociedad en general. Sólo haré una reflexión sobre el concepto, principios, fundamento, valor y necesidad de la disciplina considerada como elemento educativo.
   Existen muchos prejuicios, recelos, ignorancias y contradicciones sobre la disciplina. Se dan demasiados errores, miedos, cobardías, tolerancias indebidas, perezas y debilidades en la aplicación de las medidas disciplinarias.
   Desde el punto de vista objetivo, la disciplina es el gobierno del grupo. Comprende el conjunto de medidas empleadas para obtener y conservar el orden material y moral. Este tipo de disciplina, sin embargo, no será formativo si no es aceptado por el destinatario.
   Hay otra disciplina más íntima y necesaria: la convicción de que es conveniente vivir según unas normas, y la aceptación de comportarse de acuerdo con ellas. La disciplina no es el resultado de recetas infalibles; es más bien el efecto de un clima, de un ambiente que se crea en torno a la persona.
   La disciplina indica un camino a seguir, evita muchos riesgos, evita muchos riesgos innecesarios y sanciona las infracciones voluntarias. Se hace necesaria para evitar perturbaciones, alejar obstáculos, estimular las energías buenas y encauzar las malas. La disciplina es elemento formativo porque ejercita la voluntad contra el capricho, da la seguridad de obrar rectamente y crea hábitos de orden, laboriosidad y respeto a los demás.
   Llegar a crear una sana disciplina ambiental exige de parte de los educadores tacto y firmeza y, sobre todo mucha paciencia, pues es el resultado de una lenta evolución ascendente. Existe un período de adiestramiento para habituar al niño a respetar las cosas y las normas de su entorno. Poco a poco llega a la noción de una ley, sin comprender todavía su razón de ser, pero tiene vago sentimiento de que esto tiene que ser así.
   Dejando atrás el aspecto utilitario, el adolescente captará, si es bien guiado, la belleza del orden. Tal vez llegue a admirarlo y amarlo. Llegado a este punto, la disciplina y la moral son completamente interiores o libremente consentidas. Aparece así la autonomía moral porque la ley no se impone ya desde fuera sino desde dentro.
   Actualmente muchos ponen en duda el valor formativo de la disciplina. Quienes así razonan confunden, tal vez, la disciplina con los medios disciplinarios. La disciplina, como se ha dicho anteriormente, tiene un elemento interno que somete voluntariamente a la persona a las leyes y al cumplimiento del deber. Las medidas disciplinarias, en cambio, son algo externo que ayudan a corregir los efectos de la fragilidad y la inconstancia. Sin disciplina, los medios disciplinarios no educan, y menos si son mal aplicados. La disciplina exige cesión de un poco, a veces de un mucho, de libertad.
   La disciplina se basa en la obediencia y en la autoridad. Sin sometimiento de la voluntad del educando a las normas establecidas y a la evolución racional del educador -llámese padre, maestro o gobernante-, no hay disciplina. La autoridad del educador debe fundamentarse en la virtud y en una serie de imponderables que emanan de toda su personalidad, pero supone también factores de competencia profesional, imparcialidad, constancia y firmeza.
   La disciplina no aparece por generación espontánea ni es innata al recién nacido. Necesita un ambiente adecuado para que nazca, crezca y produzca los frutos que le son propios. Y debe exigirse por quien tiene responsabilidad de hacerlo. Pero para exigir con lógica y autoridad a los otros, hay que saber exigirse antes a sí mismo.

Reflexión: Tras leer este artículo he llegado a la conclusión de que la disciplina va relacionada con el respeto y la educación, de tal manera que en una escuela para que exista una disciplina correcta, debe tener los pilares del respeto y de la educación. La disciplina no es innata sino que aparece a lo largo de la vida de una persona, por eso, cada uno de forma voluntaria debe de seguir y cumplir las normas y leyes. En este caso en una escuela, los alumnos y alumnas tienen que someterse a un conjunto de normas y de leyes establecidas por el centro de las que gracias a su cumplimiento se puede convivir en un ambiente de respeto y educación. Aunque muchas personas confunden la disciplina con la autoridad y obediencia, es decir, en una escuela no tiene porque el maestro ser el ¨jefe¨de la clase, la autoridad, sino que tiene que haber por parte tanto del maestro o maestra como de sus alumnos y alumnas un respeto hacia el prójimo y un cumplimiento de las pautas marcadas por ese centro por parte de los dos lados. También me gustaría resaltar la frase de "Para exigir con lógica y autoridad a los otros, hay que exigirse antes a sí mismo"

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